
Hoy cumplimos 10 años desde que llegamos a Montreal. Diez años… y todavía nos parece increíble escribirlo. Una década que a veces sentimos que pasó volando, pero que también está llena de momentos que se quedaron grabados en nuestra memoria como si hubieran ocurrido ayer.
Recordamos perfectamente ese 2015. Llegamos con las maletas llenas de ilusiones, un poco de miedo y un montón de papeles de inmigración que nos parecían infinitos. Aterrizamos con la mezcla de emoción y nervios que solo se siente cuando se empieza de cero en un lugar nuevo. No teníamos claro cómo iba a ser adaptarnos, ni qué tan duro sería el camino, pero sí teníamos algo firme en el corazón: la esperanza de construir una vida mejor.
Los primeros años fueron una auténtica montaña rusa. El frío de aquel primer invierno nos golpeó de lleno, y descubrir cómo movernos por la ciudad se sentía como una expedición diaria. El francés, que al inicio estaba lleno de tropiezos y malentendidos, poco a poco empezó a encajar en nuestra vida cotidiana. Cada paso parecía difícil, pero al superarlo se transformaba en una pequeña victoria.
Luego vinieron los trámites, esos que parecían interminables: residencia, ciudadanía, servicios, entrevistas, papeleo sin fin. A veces nos agotaban, pero cada documento aprobado era una pequeña victoria que nos acercaba más a la estabilidad que soñábamos.
En lo profesional, tuvimos que reinventarnos. Emigrar significa muchas veces empezar de cero, incluso cuando ya teníamos un camino recorrido. Aprendimos a dar pasos nuevos, a probar, a arriesgarnos. Y con el tiempo, vimos que sí era posible crecer aquí, construir algo sólido y sentir orgullo de lo alcanzado.
Pero no todo fue trabajo ni trámites. También hubo vida. Amistades que se convirtieron en familia, viajes, rincones de Quebec y Canadá que nos dejaron sin aliento, y momentos cotidianos que hicieron que Montreal pasara de ser “la ciudad donde vivimos” a convertirse en “nuestro hogar”.
No vamos a negar que hubo momentos de nostalgia y de dudas. Días en que parecía más fácil rendirse. Pero creemos que eso también forma parte de la experiencia: aprender a soltar, a adaptarse, a agradecer.
Hoy, al mirar atrás, nos damos cuenta de que emigrar no fue simplemente cambiar de país, fue cambiar de vida. Montreal nos dio seguridad, oportunidades, estabilidad, pero sobre todo nos enseñó resiliencia. Y eso no tiene precio.
Diez años después, solo sentimos gratitud. Por lo bueno y por lo difícil, por lo aprendido y por lo que aún está por venir.
Hoy levantamos la mano y decimos con el corazón lleno: ¡10 años en Montreal, y que vengan muchos más!

Somos una pareja venezolana en el proceso de inmigración a Montreal, Quebec. Canadá.
Este blog es una bitácora detallada de todo nuestro proyecto de migración.
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